El roble se emplea para guardar vino desde hace siglos debido a que es hermético y fácil de trabajar.

Lo que se ha descubierto en épocas más recientes, sin embargo, es que los sabores del roble poseen una afinidad natural con los del vino, al que añaden un mayor número de compuestos complejos y, lo que tal vez sea más importante, sus propiedades físicas son incomparables para clarificar y estabilizar el vino; por otra parte, añaden profundidad al color de los tintos y suavizan la textura de cualquier caldo bien elaborado.

Los vinos blancos que fermentan en barrica, siempre y cuando no se hayan despojado de todos sus sólidos y hayan quedado indefensos contra el ataque de los taninos y los pigmentos del roble, resultan mucho más suaves de textura y poseen un sabor mucho más profundo. Otra estrategia de moda para añadir más sabor a los vinos blancos, tanto si han fermentado en barrica como en depósito, consiste en remover los posos de las fermentaciones.No obtante, esta operacion también puede transferir al vino algo de su sabor un tanto lechoso, y la ventilación extra podría reducir la delicadeza o la longevidad de un caldo.

Los vinos blancos pueden envejecer en barricas durante 3 meses, tiempo suficiente para que tomen parte del sabor del roble (cuanto más antigua sea la barrica , menos sabor y taninos de roble tendrá). Los tintos serios suelen dejarse madurar más tiempo, hasta 18 meses o más, en barricas de roble más antiguas o más grandes. Para separar el vino nuevo de las partículas más grandes de los posos, los mas habitual es trasegar el caldo a una barrica limpia justo después de la fermentación y diversas veces más. Así, el vino se airea, los taninos se suavizan y se minimiza el riesgo de que aparezcan olores desagradables en la barrica, aunque siempre se pierde una parte del vino por evaporación y las barricas necesitan un llenado regular (proceso que expone el vino a un poco de aire beneficioso y que lo suaviza). El trabajo del vinicultor durante la maduración consiste en catar el contenido de cada barrica y juzgar cuándo habrá que trasegar el vino y cuando estará listo para su embotellamiento.

Una alternativa (en ocasiones, un suplemento) al envejecimiento en barrica consiste en añadir dosis muy pequeñas de oxígeno al vino en la cuba o en la barrica. Esta técnica de microoxigenación es cada vez más popular, pero su aplicación todavía es más un arte que una ciencia.

Si la microoxigenación ofrece un modo de imitar la forma en que las barricas airean el vino, las astillas, las duelas y los fragmentos de roble de diferentes formas y tamaños sirven para imitar el efecto del roble en el sabor sin su considerable coste. Además, pueden mejorar la textura y hacer que el color resulte más estable. El uso de estas alternativas no está libre de controversia, pero tiene su historia: el agrónomo francés Olivier de Serres hace referencia al vin de coipeau (copeaux son astillas de madera en francés moderno) en su libro Théâtre d’Agriculture, publicado en 1600. En él explica cómo deberían prepararse y sugiere que ayudan a clarificar el vino, de manera que se pueda beber más joven, al tiempo que le aportan un atractivo aroma.

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